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Capítulo IX Conversación de café, cuando te toque a ti

Suena "Gloomy Day" de la banda sonora de Goodbye Earth. El murmullo de fondo, las tazas golpeando los platillos, una cuchara cayendo…

Suena "Gloomy Day" de la banda sonora de Goodbye Earth. El murmullo de fondo, las tazas golpeando los platillos, una cuchara cayendo… Estamos en una cafetería. Es una típica conversación de café… En mi caso, de té.

Para poner en contexto: un grupo de personas despotricando contra los gobiernos. Aunque, desde pequeños, se nos enseña que en la mesa no se habla ni de política ni de religión. Bueno… dejémoslo ahí.

Con total honestidad, hay temas sobre los que no estoy capacitada para opinar. Sin embargo, también reconozco que existen ciertos "ismos" que son, sencillamente, terribles para la sociedad.

Que vuele la imaginación: que cada quien piense en el que más le incomode o menos le guste.

Ya lo dice mi amiga Monique:
“Sólo la gente fea y con bajo IQ apoya el terrorismo y va contra la justicia.”

Yo no creo que se trate de una cuestión intelectual. Pienso que es una cuestión moral. Porque incluso hay personas académicas, con títulos elevadísimos, que apoyan y justifican lo injustificable. Legitiman la violencia. No ven los hechos. No ven la realidad.
A lo que iba, que me voy por las ramas.

A veces, notas cómo cambia el ambiente. Tu alrededor se transforma, y puedes sentir —casi de forma sensorial— algo que no sabes cómo explicar, pero que está ahí. Como si una nube negra se posara sobre todos, dejando ver lo que realmente es cada quien. Las personas muestran su verdadero rostro.

Y tú puedes notar cuándo estás de más, cuándo no caes bien.
Es muy incómodo.
Y es ahí cuando entiendes que debes callar, pararte y alejarte, porque no quieres causar un conflicto. Porque te conoces.
(Quienes me conocen saben que puedo ser muy pacífica, pero no aguanto las tonterías… y contenerme es algo que, aún hoy, me cuesta un montón).

Eso me trae a la memoria una escena con un profesor —un tanto agrandado—, de esos que parecen sentirse superiores por su nacionalidad, o quién sabe por qué… No estoy segura de que fuera ese su caso, pero en fin.
El asunto es que, un día, mientras recogía una pelota de ping-pong que se había escapado y rodado cerca de donde él estaba, soltó un comentario algo ofensivo.
A día de hoy, todavía me sorprende el nivel de moderación que tuve.
Eran otros tiempos, estaba en otro estado de ánimo; si eso hubiera sucedido ahora, lo más probable es que ni siquiera me habría graduado.
(A veces hay que perder batallas para ganar la guerra).

Regresemos a la cafetería.
Tener que experimentar una discriminación en primera persona no es fácil.
No sabes si estás segura.
No sabes si quienes te rodean lo están.
Puedes sentir un sinfín de emociones: miedo, inseguridad, desconcierto… no saber qué hacer.
En mi caso, muchas cosas cambiaron después del 2023.
Me embargó una ira descomunal… algo que sólo había experimentado una vez, tiempo atrás.
¿Mi crimen? Pensar distinto.
Tener una opinión crítica.
Las mentes vacías no hacen eco: hacen ruido, al punto de intentar atropellar tu libertad de pensamiento.

Creo, con todo mi corazón, que lo peor que le ha pasado a este mundo es la cultura woke.
No porque defienden causas sociales —muchas lo merecen—, sino por el fanatismo extremo con el que actúan, perdiendo todo sentido de lo sensato y lo decente.
No hay duda: el mundo no va a irse al garete… ya se está yendo.
Y sólo puedo decir una cosa, sin querer ser alarmista:
Agárrense, que vienen curvas…